Visitando las Salinas de Órzola

Las Salinas de Órzola, escondidas en el corazón de este coqueto pueblo marinero del norte de Lanzarote, son un recordatorio de una época y de la gran industria que supuso la explotación salinera en Lanzarote. Las Salinas de Órzola se construyeron a finales de los años 30 del pasado siglo. Estas salinas de tamaño mediano fueron el fruto del esfuerzo del médico Don Isidro López Socas y su socio, el abogado Domingo Lorenzo García.

En aquellos días, Lanzarote era un hervidero de actividad salinera, con más de treinta salinas repartidas por la isla. Las de Órzola, aunque modestas en sus inicios, cobraron una importancia especial con el paso de los años. Con el aumento de la demanda de sal, los propietarios tomaron la decisión de expandir sus instalaciones, lo que resultó en una ambiciosa ampliación en 1955. Este proyecto fue documentado en la prensa en junio de 1954, donde se detalló que la capacidad de producción de las salinas se triplicaría, incrementándose de 150 a 350 toneladas anuales.

Detalles Técnicos de la Ampliación

El capital asignado para la legalización fue de 104.581,46 pesetas, mientras que para la ampliación se destinó un monto de 101.393,80 pesetas. Estos recursos fueron invertidos en mejorar la capacidad productiva y en modernizar la infraestructura existente.

El proyecto de ampliación implicaba la incorporación de dos concentradores adicionales con una superficie de 1.290 metros cuadrados, así como la creación de 782 nuevos cristalizadores que cubrían una superficie total de 7.610 metros cuadrados. Esta expansión permitió un aumento significativo en la capacidad de producción anual.

Además, se modernizó el sistema de elevación del agua de mar. Mientras que en la instalación original se utilizaba un grupo elevador compuesto por una bomba y un molino de viento, la ampliación incluyó un grupo moto-bomba equipado con una bomba centrífuga y un motor Diesel de 10 caballos de fuerza (H.P.), lo que mejoró la eficiencia del proceso.

El molino de las salinas

En la parte trasera de las salinas se hallan los restos de un antiguo molino de viento que se utilizaba para bombear agua hacia los cocederos. Este molino, cuya estructura estaba hecha de madera de pino canario, se erigía sobre una base sólida. Esta base soportaba el peso completo del molino y se asentaba de manera firme sobre el pozo. Su función principal era doble: garantizar la estabilidad del molino y proporcionar la altura necesaria para capturar mejor el viento.

La base, o cubo, del molino de las salinas de Órzola estaba construida con mampostería de piedra unida con mortero.

La estructura del molino incluía una puerta que permitía el acceso a la bomba de agua, y contaba con una escalera exterior adosada que facilitaba el acceso y el mantenimiento del molino. Cuando la altura del cubo aumentaba, se añadían contrafuertes laterales para reforzar la estructura, como ocurre en las salinas de Órzola. Estos contrafuertes no solo aportaban estabilidad, sino que también contribuían al aspecto monumental de la construcción.

Actualmente, lo único que queda del cubo del molino son dos contrafuertes laterales.

En casos donde es necesario situar los molinos a alturas mucho mayores, se optaba por construir un cubo doble. Un ejemplo destacado de esta solución se puede observar en los molinos de El Janubio, donde la misma estructura arquitectónica cumplía múltiples funciones: soportar el molino, proporcionar acceso al pozo, servir como escalera de mantenimiento y funcionar como depósito de presión del sistema de riego.

Pocos años después de la ampliación las salinas pasaron a formar parte de la familia Arroyo, quienes aun conservan su titularidad. Las salinas de Órzola estuvieron funcionando hasta finales de 1970.

Un paseo por la nostalgia

Hoy en día, las Salinas de Órzola son un lugar de nostalgia, donde la historia se mezcla con el viento y las ruinas cuentan su propia versión de un pasado lleno de esfuerzo y determinación. Aunque lo que queda de las salinas son solo vestigios de lo que fueron, pasear por sus terrenos es una invitación a viajar en el tiempo, a una época en que la sal era más que un condimento: era el sustento de muchas familias lanzaroteñas.

Al contemplar los contrafuertes solitarios del molino o las viejas pocetas donde una vez se cristalizó la sal, uno no puede evitar sentir una profunda conexión con la historia de la isla. Las Salinas de Órzola, ahora en silencio, siguen siendo un testimonio elocuente de la capacidad humana para transformar y adaptarse a su entorno.

Para concluir, hay una anécdota poco conocida sobre las salinas de Órzola: en 1977, se filmaron allí escenas de la película distópica “Operación Ganímedes”, dirigida por Rainer Erler.

Salinas de Orzola - Film Operación Ganímedes
Salinas de Orzola – Film Operación Ganímedes

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