El Barranco de Tinojay, está formado por terrazas que descienden suavemente desde el pueblo de La Caldereta, hasta la Playa de los Valdivias.
Todo este espacio estuvo ocupado por los mahos, donde se dedicaban al cuidado de sus cabras, este privilegiado lugar hizo posible la observación directa de acontecimientos en el mar, como las numerosas arribadas de barcos a la costa de la isla, cuyas imágenes quisieron perpetuar por medio de los grabados realizados en las rocas del Barranco de Tinojay.
En la llanura abundaban pastos que proporcionaban el abastecimiento necesario para el mantenimiento de cabras y ovejas, fuente principal de alimento en la época aborigen.
El modelo de asentamiento más común en la isla corresponde al ubicado en las márgenes de los barrancos, cercanos a nacientes de agua, pastos o suelos fértiles, como ocurre en el Barranco de La Torre o en el Barranco del Cavadero.
Las paredes del Barranco están salpicadas por solapones y pequeñas cuevas como la denominada Cueva Encantada, en las que algunos autores han relacionado con lugares de enterramiento de los aborígenes de la isla.
En este barranco, se localizan grabados rupestres, con motivos de juego, barquiformes, podomorfos y geométricos. Los grabados están realizados sobre bloques basálticos, rocas sueltas y se localizan mayoritariamente en el margen izquierda del Barranco.
Siguiendo a J.M. Amezcua, se localizan naves con remos de bogar, remos de gobernalle, velas cuadradas, trapezoidales, triangulares, cofas, espolones, palos mayores, mesanas, trinquetes, etc.
Algunas de estas manifestaciones rupestres que se encuentran en el barranco de Tinojay son estimadas por los investigadores como coetáneas a la época aborigen, al menos desde las primeras expediciones a las Islas Canarias de barcos europeos en busca de esclavos, orchilla, etc.