Museo Arqueológico de Fuerteventura

Fuerteventura, con su paisaje singular y su historia intrigante, ha sido un imán para aquellos que buscan explorar las profundidades del tiempo. Sin embargo, hasta mediados del siglo XX, la isla carecía de un museo arqueológico que honrara adecuadamente su rica herencia cultural. Esta omisión, que perduró durante décadas, reflejaba un desinterés por preservar y compartir el legado de Fuerteventura, un tesoro que había esperado mucho tiempo para ser descubierto y celebrado.

En un giro inesperado del destino, fueron personas que vivían fuera de la isla las que desempeñaron un papel crucial en la creación del museo que finalmente daría voz a la historia de Fuerteventura. Los hermanos Martín Fajardo, residentes en Venezuela y con lazos familiares con la élite política de la isla, tomaron la iniciativa de donar su casa familiar en Betancuria para convertirla en un centro cultural dedicado a la arqueología. Este gesto de generosidad no solo marcó el comienzo de una nueva era para Fuerteventura, sino que también estableció un vínculo perdurable entre el pasado y el presente de la isla.

La casa donada por los hermanos Martín Fajardo, un edificio modesto pero con un potencial transformador, se convirtió en el epicentro del renacimiento cultural de Fuerteventura. Con una carta de cesión que acompañaba la donación, los hermanos no solo ofrecieron el inmueble de 234 metros cuadrados, sino que también destinaron 100.000 pesetas para financiar las obras de adaptación y reforma del edificio. Este acto de altruismo no solo permitió la creación del Museo Arqueológico de Fuerteventura, sino que también sentó las bases para una colaboración fructífera entre la comunidad local y aquellos que se encontraban más allá de las fronteras de la isla.

Con la creación del Patronato del Museo de Betancuria, un organismo encargado de impulsar la creación y el desarrollo del museo, se estableció un marco institucional sólido que garantizaba la supervivencia y el crecimiento continuo del proyecto. Figuras prominentes como José Naranjo Suárez, del Museo Canario, y Francisco Navarro Artiles, maestro de Corralejo, se unieron al patronato, aportando su experiencia y conocimientos para dar forma al futuro del museo.

Tras completar las obras de adaptación y reforma, el Museo Arqueológico de Fuerteventura abrió sus puertas al público en 1965, marcando un hito significativo en la historia cultural de la isla. El edificio, con su distintiva forma de «U» y sus dos cañones de hierro custodiando la entrada, se convirtió en un símbolo tangible del compromiso de Fuerteventura con la preservación y difusión de su patrimonio arqueológico.

A lo largo de los años, el museo ha experimentado varias fases de renovación y expansión para adaptarse a las crecientes demandas de los visitantes y los avances en el campo de la arqueología. En 1984, se llevaron a cabo varias obras de remodelación en el inmueble, con el objetivo de mejorar las instalaciones y ampliar la capacidad de exhibición. Estas mejoras no solo contribuyeron a enriquecer la experiencia de los visitantes, sino que también fortalecieron el papel del museo como un centro de investigación y educación en la isla.

En 1990, se planteó un nuevo discurso para el museo, que enfatizaba su papel como un espacio dinámico y participativo donde los visitantes podían involucrarse activamente en la investigación y el trabajo cultural. Este enfoque innovador transformó al museo en mucho más que un simple lugar de contemplación; se convirtió en un centro de interacción y aprendizaje donde la comunidad local y los visitantes de todo el mundo podían sumergirse en la historia y la cultura de Fuerteventura.

Sin embargo, a pesar de sus logros y contribuciones al panorama cultural de la isla, el antiguo museo cerró sus puertas en 2004, dejando un vacío que necesitaba ser llenado. Pero la historia del Museo Arqueológico de Fuerteventura estaba lejos de terminar; de hecho, estaba a punto de entrar en una nueva y emocionante fase de su evolución.

En 2012, se aprobó un ambicioso proyecto para la construcción de un nuevo museo arqueológico de Fuerteventura. Este edificio, ubicado detrás del antiguo museo en las tierras donadas por los hermanos Martín Fajardo, prometía ser un monumento moderno y funcional dedicado al patrimonio arqueológico de la isla. Sin embargo, el camino hacia la realización de este proyecto no estuvo exento de desafíos.

Los problemas técnicos y los sobrecostes obstaculizaron el progreso del proyecto, obligando a replantear su diseño y financiamiento.

La estructura del edificio se despliega en tres niveles de manera escalonada, cada uno ofreciendo una experiencia única para los visitantes.

En el nivel inferior, al que se accede primero, se encuentran dos amplias salas que abarcan un total de 562,15 metros cuadrados de espacio. La primera de estas salas está completamente dedicada a la fascinante vida de los primeros pobladores de Fuerteventura.

Aquí, los visitantes podrán sumergirse en la rica historia de la isla a través de una variedad de trabajos arqueológicos procedentes de diversos yacimientos. Desde el antiguo taller de púrpura getúlica de los romanos en el islote de Lobos hasta la misteriosa Cueva de los Ídolos, pasando por la majestuosidad de Tindaya y la historia grabada en La Pared, cada rincón de esta sala está impregnado de la herencia cultural de Fuerteventura. Los huesos, cerámicas, herramientas, ídolos y otros artefactos expuestos ofrecen una ventana única a la vida cotidiana y las creencias de los antiguos pobladores de la isla.

En la segunda sala del nivel inferior, los visitantes se encuentran con una intrigante amalgama de actividades y etapas históricas que se entrelazan sin seguir una línea cronológica establecida. Aquí, la cultura del cereal se mezcla con elementos defensivos, ofreciendo un fascinante contraste entre el pasado y el presente, antes y después de la conquista. A través de esta exhibición, se invita a los visitantes a reflexionar sobre la compleja interacción entre diferentes culturas y épocas en la historia de Fuerteventura.

La primera planta del edificio, que abarca 346,65 metros cuadrados, está principalmente dedicada al convento Franciscano de San Buenaventura y sus ilustres habitantes, como San Diego de Alcalá. Aquí, los visitantes podrán explorar la rica historia de Betancuria y descubrir otras joyas históricas que han dejado una marca indeleble en el paisaje cultural de la isla.

Finalmente, en la planta superior, que abarca 111,85 metros cuadrados, se encuentra una cautivadora exposición fotográfica que ofrece una visión única de los petrograbados y diversos yacimientos arqueológicos de Fuerteventura. A través de estas imágenes, los visitantes podrán admirar la belleza y la riqueza del patrimonio histórico de la isla, capturada en el tiempo para las generaciones venideras.

Horario del museo:

Abierto de martes a sábado de 10:00 a 17:00

Cerrado lunes y domingo

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